La Asociación Hippocampus calcula que la población de este pez emblemático de la laguna se ha reducido en un 90% en los últimos cinco años
Encontrar un caballito en el Mar Menor es ahora mismo tan difícil como hallar una aguja en un pajar. No es una exageración: la población de este pez de apariencia elegante y en otro tiempo abundante, seguramente la especie más emblemática e identificada con la laguna, se ha reducido en un 90% desde 2012. Así de preocupantes son los datos que acaba de hacer públicos la Asociación Hippocampus, una agrupación de voluntarios que estudia y vela por la conservación de este signátido en peligro crítico según el Libro Rojo de los Vertebrados de la Región de Murcia.
Nacida hace diez años e integrada por veinticinco animosos voluntarios, la Asociación Hippocampus presentó el sábado en asamblea su informe anual, basado en los quince muestreos realizados durante 2017 y que se han caracterizado por la bajísima densidad de ejemplares, explicó Miguel Vivas, uno de sus coordinadores. El estudio definitivo concluirá en el verano de 2018, pero los resultados preliminares apuntan a un enorme descenso del tamaño poblacional con respecto a los datos del 2012. Nueve de cada diez hipocampos habrían desaparecido.
El último censo, de 2015, arrojó una densidad de siete ejemplares por hectárea, cuatro menos que en el de 2013 (en 2014 no se realizaron muestreos por problemas económicos).
Daño colateral del proceso de eutrofización
Un importante daño colateral derivado de la degradación del humedal: la plataforma ciudadana Pacto por el Mar Menor, de la que forma parte la Asociación Hippocampus, achaca este drástico bajón «a los episodios de eutrofia [contaminación por nitratos procedentes de la agricultura] que durante 2016 provocaron la pérdida de la cobertura vegetal en la práctica totalidad del interior de la cubeta y la anoxia [falta de oxígeno] de los fondos. Esta especie necesita de esas praderas para su supervivencia, de modo que en la actualidad, y debido a las gravísimas alteraciones ambientales de la laguna, su futuro se encuentra seriamente comprometido».
Aunque la pesca extractiva de caballitos con fines comerciales ha desaparecido, existen otras amenazas que se ciernen sobre los hipocampos, recuerda la plataforma: «El aumento de especies depredadoras como la lubina, la dorada o el cangrejo azul (‘Callinectes sapidus’), esta última especie invasora introducida recientemente en la laguna; la ‘mediterranización’ de sus aguas, que se agudizará si se lleva a cabo un dragado de sus golas; o la mortalidad accidental provocada por la retirada de las redes anti-medusas cada otoño».
Sin literatura científica no hay protección
Las oportunidades parecen acabarse para el familiar caballito del Mar Menor, perjudicado además por la falta de estudios científicos: para que la Comunidad Autónoma apruebe un plan de conservación es necesario que la especie sea declarada en peligro de extinción. Y el Ministerio solo le otorgará esa consideración si se demuestra que sus efectivos se han reducido un 40% en el último medio siglo.
«Solo tenemos nuestros datos y el archivo histórico del hijo de un pescador, que apuntaba las capturas, pero ni siquiera hay datos de la lonja». Cristina Mena, profesora en un instituto de San Pedro del Pinatar y fundadora de la asociación, calculaba a principios de 2016, antes de que el humedal se convirtiese en una sopa verde de nitratos, que en esos momentos la abundancia de caballitos podría ser un 80% menor con respecto a los años 60 o 70 del pasado siglo, cuando se sacaban a diario por cajas para secarlos y venderlos como recuerdo del Mar Menor, una vez blanqueados con lejía.
La ausencia de literatura científica y la falta de medios (pese al apoyo que el Gobierno regional les prestó recientemente) han frustrado el empeño de los voluntarios de Hippocampus por forzar una estrategia de recuperación para el caballito. Lamentablemente, quizá no lleguen ya a tiempo.